sábado, 4 de mayo de 2013

"Karma." Capítulo 2. Madame Janette.

Si gustan de leer el resumen, vayan a la pestaña de "fanfics".

Autora: Kimiko Mizuki.
Clasificación: +16
Advertencias: Gender Swap, Slash, Lemon.
Género: Drama, Romántico.






Capítulo 2. Madame Janette.





—¿Ya terminaste? —Preguntó un moreno guitarrista con un tono cansino mientras sostenía unas cuantas bolsas con marcas de almacenes impresas en ellas—. Kou, se suponía que sólo compraríamos lo que se había echado a perder… ¡No todo esto! —Alzó el par de bolsas que tenía en cada mano.

—Lo siento —Despegó su vista de la vitrina que estaba ojeando y miró a su acompañante. Sonrió—. Ya terminé, podemos irnos.

—Ya era hora… —Murmuró Aoi por lo bajo.

Habían llegado casi desde las cinco de la tarde y ya tenía casi tres horas caminando de un lado a otro; recorriendo almacén por almacén y haciendo de carrito de compras de Uruha, tenía derecho a estar molesto. Si bien en un principio no objetó nada pues estaba ‘restituyendo’ el daño causado, pero Kouyou al parecer se emocionó demasiado en cuanto pisó la primera baldosa del centro comercial. Una vez salieron del lugar comenzaron a caminar por el andén, el cual se caracterizaba por estar adornado de tiendas varias que eran iluminadas por letreros llamativos de luces o neón; era una calle bastante comercial, tiendas de comida, de víveres, de accesorios, de ropa y una en especial que era de música que logró captar la atención del castaño, quien se pegó casi que magnéticamente a el vidrio que dejaba ver unas lujosas y hermosas guitarras Gibson.

—Joder Yuu, ¡mira éstas hermosuras! —Los ojitos de Uruha brillaban cual niño en una fábrica de chocolates—. Debemos entrar.

—¡¿Qué?! Estás loco, Kouyou, mis pies no dan para más. Estoy cansado y quiero ir a casa, tomar una ducha, cenar y meterme a la cama contigo hasta mañana que tengamos que estar a las 7:00 de la mañana en la sala de ensayos. Así que te agradecería que despegaras las narices de ésa vitrina, y movieras el trasero al auto —Finalizó el moreno señalando con su ocupada mano dicho auto que se encontraba aparcado a varios metros de donde se encontraban.

—¿Quién demonios te crees para darme ordenes? No eres nadie, idiota —Le retó con una mirada más que desafiante. Ambos en lo más profundo de su ser agradecían que el lugar, tal vez por ser domingo a las 8 y tanto de la noche, estuviese casi que vacío.

—Oh, vamos Kouyou, en otras circunstancias no te quejas de la manera en la que te hablo, así sea que te lance insultos, ¿por qué ahora me recriminas algo? También sueles ser bastante sumiso y obediente, pero parece que sólo es cuando te conviene —Remató un Aoi por demás que enojado por el insulto que le había lanzado su novio, quien no daba crédito a lo que éste había dicho.

Definitivamente su relación poco a poco se iba resquebrajando de a pedazos, cada día un poquito más, y dolía, como dolía… Con cada palabra, con cada ofensa, con cada mirada retadora, una dolorosa espina se clavaba en el orgulloso corazón de ambos novios. ¿Qué les estaba pasando? ¿Por qué últimamente sólo peleaban y peleaban? Ninguno de los dos lo sabía, y tal vez no lo querían saber, no querían que la respuesta de esos enfrentamientos fuera que le amor se haya acabado. ¿Y qué pasa si es así? <¿Será que ya no me ama?> Era la pregunta que les atormentaba diariamente, pero que un feroz miedo el impedía querer contestarla mientras que invisibles manos quería asfixiar sus torturados corazones.

Pero hoy fue diferente a muchas ocasiones. Tenían tanto tiempo guardándose sentimientos, guardándose verdades que quisiesen que fuesen escuchadas, que ahí, en ése preciso momento, la bomba explotó. Y sin importa en dónde se encontraban, dio inició el enfrentamiento…

—Eres un… —Uruha tuvo que apretar los puño para intentar controlarse, pero su boca se abrió, y ya no pudo contener lo que desde hacía algún tiempo le quería decir—. ¿Por qué mierdas nunca puedes entenderme?

—¿Y eso a qué viene? ¿Qué tiene que ver con esto?

—¡Que estoy harto! Harto de siempre tener que rogarte por un maldito beso, abrazo o cualquier muestra de afecto, siempre objetando que estamos en un lugar público, ¡¿por qué no entiendes que a mí no me importa que los demás vean?! ¡Que sólo en privado no me basta!

—¡¿Entonces qué rayos quieres, Kouyou?! —Gritó mientras hacía gestos exagerados con las manos, al igual que Uruha—. ¡Acaso quieres que follemos en público o qué!

—¡Por qué siempre me malinterpretas, joder! Y si no es eso, son tus arranques de ‘masculinidad’, que si veo ropa, que si me maquillo, que si suelo ser sensible, que si suelo ser llorón —Y lo último no lo agregó en vano, pues a ésas alturas ya un par de lágrimas habían descendido de sus ojos, y su respiración se aceleraba al igual que su pulso—. El hecho de que tú seas un insensible de mierda no quiere decir que yo no tenga sentimientos.

—¡Ay por favor! No me vengas con estos dramas. ¿Acaso crees que eres una perita en dulce? ‘Yuu, tráeme esto’ ‘Yuu, tráeme aquello’ ‘Yuu, haz tal cosa’, hombres que no soy tu mayordomo y tu sirvienta.

—¿Ah sí? Pues lo qu-

—¿Disculpen? —Ambos cortaron el rollo y volvieron a la realidad de que se hallaban a plena calle, y no en la privacidad de su casa al verse interrumpidos por la voz de una mujer. Uruha limpió rápidamente sus lágrimas e intentaron bajarle a la testosterona, mientras el temor de haber sido “pillados infraganti” por alguna fan crecía.

—¿S-sí? ¿Qué se le ofrece? —Habló Aoi.

La mujer aparentaba tener unos muy cuidados treinta años, rubia, con un suave maquillado y con hermosos rasgos occidentales. Definitivamente aquella mujer no era de Japón. Tenía una manera de vestir bastante peculiar: Un vestido de tirantes negro con encajes y por encima de las rodillas que contractaba perfectamente con su pálida piel, no era elegante, era más bien casual e informal, pues no había calzado sobre sus pies que le dieran el toque de ‘elegancia’. Esbozó una pequeña sonrisa a los dos hombres y con una mano indicó la puerta a su local, el cual ni Uruha ni Aoi habían visto hace unos momentos y que se hallaba al lado del puesto de música que anteriormente ojeaba el castaño. En el letrero se leía con letras llamativas de neón La burbuja mágica de madame Janette, nombre bastante ridículo al parecer de Uruha, quien sólo arqueó una ceja sin entender el gesto de la mujer.

—Yo tengo la solución a sus problemas —Amplió más su sonrisa, bastante hermosa, a decir verdad.

—¿Acaso espiaba mientras discutíamos? —Ladró Uruha con cierto recelo.

—Cualquiera a diez metro a la redonda pudo escuchar su discusión, cariño. Pero vamos, no me veas mal, yo sólo quiero ayudarlos.

—Usted no puede ayudarnos. ¿Con qué? ¿Con magia? Por favor, eso no existe —Aoi sólo mantenía al margen, analizando con la mirada a aquella extraña mujer.

—Entonces no crees en la magia, Kouyou. Vaya, es una verdadera lástima. ¿Y tú, Yuu? ¿Crees que ésta vieja bruja pueda ayudarlos con su magia? —¡¿Cómo es que ésa mujer sabía sus nombres?! ¡Ellos en ningún momento se los habían dicho! Sus ojos se encontraban ligeramente abiertos de la sorpresa—. ¿C-cómo es que sabes nuestros nombres…? —Ésta vez quien se atrevió a pregunta fue Aoi, quien sólo recibió como respuesta una sutil risa—. ¡No es gracioso!

—Lo siento —Calmó su risita y enfocó su mirada en ambos—, es sólo que… Yo sé más que sus nombres. Pero no quiero que se asusten, yo sólo he venido a ayudarles. Quiero que aprendan a valorarse el uno al otro y que aprendan algunas cosas que por su testarudez no han querido ver. Quiero que vean cóm-

—¡Cállese! —La mujer se estremeció por el potente grito del castaño—, no nos venga con ésas ridiculeces. ¿Acaso no se ve lo suficientemente vieja como para andar con éstas gillipolleces de la magia?
—¡Chiquillo estúpido! —Esta vez fue el turno de Uruha para estremecerse, y no sólo él, también Aoi—. Son niños atrapados en cuerpos de adultos. ¡No saben nada! Pero tal parece que como niños, sólo pueden aprender con las experiencias, con los golpes; pues se creen lo suficientemente grandes como para afrontar todo sin escuchar la voz de nadie. Pero si así es como lo quieren, así será. ¿No creen en la magia? Pues les daré motivos de sobra para que lo hagan, pero escúchenme bien, mocosos, si de ésta nigromancia querrán salir, sólo sus ojos tendrán que abrir —La mujer movió magistralmente sus manos para después dar un chasquido—. Kouyou Takashima, Yuu Shoriyama, el camino apedreado es difícil de conducir, pero al final las recompensas son exquisitas. Espero que la terquedad no sea el cuchillo que rompa el hilo rojo que les une –Y después de decir esto, no esperó respuesta de ninguno de los dos, quienes estaban en una especie de trance, y entró de nuevo a su local.


Después de ésa, por demás extraña, escena, ambos guitarristas se miraron mutuamente con cierto temor. ¿Qué había sido eso? ¿Acaso ésa mujer estaba loca o en verdad era una hechicera? Y como olvidando la discusión de hacía unos minutos, ambos se tomaron de la mano y caminaron en silencio hasta el automóvil. Una ve
z adentro y con las bolsas en la parte de atrás, el silencio fue roto por Aoi—. ¿Tú crees…?

—No, Yuu… ¿Acaso no ves? Después de sus extrañas palabras nada pasó. Seguro es una chiflada más, tú sólo… Sólo ignoremos lo que acaba de pasar, ¿está bien?

—Está bien… —Yuu soltó un pequeño suspiró e inició su marcha de regreso al departamento—. ¿Estamos bien…?

Uruha volteó su mirada al perfil del moreno y esbozó una leve sonrisa melancólica—. Te amo, Yuu.

—Yo también te amo, Shima… —Y como si se hubiesen puesto de acuerdo, el moreno sonrió de la misma manera.












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